Equilibrio en tensión

¿Qué puede hacer que dos fuerzas opuestas mantengan el equilibrio? La Galería Kewenig presenta una impactante instalación del artista mexicano José Dávila (Guadalajara, 1974) en la que se explora esta idea continuando con el trabajo del artista basado en “construcciones aparentemente precarias que parecen desafiar la gravedad”.

Con esta propuesta la galería palmesana se consolida como un lugar donde las instalaciones artísticas se convierten en las protagonistas absolutas de un espacio más que sugestivo que permite a los artistas cumplir esa especie de deseo prohibido de profanar un espacio, inicialmente concebido como religioso – un oratorio del siglo XIII- para interpretar un juego paradójico en el que el arte también lucha por desligarse de la percepción sacralizada que desde los impresionistas se tiene de él.

El mismo Dávila afirma que “una obra es una idea que va más allá de la materia”. Y es que esta instalación sirve para ejemplificar el significado del arte conceptual. Es un osado desafío a la gravedad, a las apariencias, a lo evidente. Hay en verdad mucha belleza en la instalación, a nivel estético, conceptual, poético y metafórico: las fuerzas opuestas pueden neutralizarse a partir de un equilibrio medido. Observando la obra, es evidente la potencia de los dos moles de piedra, luchando cada uno para ganar esta especie de pulso e inclinar la batalla hacia su lado. Pero no. Hay una fuerza superior a ellos que les impide romper el equilibrio. Dos fuerzas se anulan al tener una equivalencia y logran estar en un estado de reposo.

¡Cuánta lírica hay en este principio físico, tan aplicable a nuestra realidad de las relaciones personales y profesionales! Equilibrio, tensión, resistencia: qué no es esto sino la descripción de una relación apasionada entre dos personas tan diferentes y a la vez tan iguales que  se mantienen unidas por la fuerza, a veces inestable, pero al final indestructible, del amor.

Es cierto, esta es una interpretación toda mía, seguramente influida por las circunstancias personales, por mis vivencias pasadas y por mis proyecciones de futuro. Pero es que precisamente es así, con las narrativas previas de cada uno, como todos los espectadores nos enfrentamos a una obra. Pero no a cualquier obra, sino sólo a aquella buena, la que da margen para sentir. Qué bien que la instalación de Dávila haga que la imaginación vuele, que los sentimientos afloren y que las palabras florezcan.

Qué más da lo que cada uno interprete, lo importante es plantarse delante de la obra y dejar que ella haga su trabajo.

Crítica de arte publicada en el Diario de Mallorca el 24 de enero de 2022

Deja un comentario