¿Alguna vez se han planteado cómo se visita una exposición? Fácil, ¿no?: se entra, se observan las piezas que se encuentran expuestas, y a continuación se leen disciplinadamente, si las hay, las hojas de sala y las cartelas para intentar asimilar algo más de lo que tenemos enfrente. Y en silencio, si puede ser. Pero, y si añadimos un matiz a esta cuestión y nos preguntamos, ¿qué hay que hacer para disfrutar de una exposición? ¿Qué hay que hacer, en concreto, para disfrutar del arte, del arte contemporáneo específicamente, tan lleno de prejuicios y hostilidades entorno a él? Llorenç Carreras, uno de los responsables de la muestra temporal Històries en el Museo de Historia de Manacor y autor de los textos de la misma, da una valiosa pista para tal propósito.
Carreras propone al visitante un ejercicio de observación para que éste se centre en obtener una experiencia sensorial genuina y personal prestando atención a las formas, los colores, las técnicas, las dimensiones, etc. Se trata de que el visitante aprenda a mirar el arte por sí mismo y analizar qué emociones le generan las obras que observa. Se trata, en definitiva, de sentir más que de intentar entender concienzudamente cada una de las piezas expuestas, porque el arte, como indica Carreras, “no es una respuesta, sino un espejo infinito que devuelve las dudas, los interrogantes, las fantasías y los temores”. No puedo estar más de acuerdo.
Para disfrutar entonces, de la exposición Històries, basada en una buena selección del fondo de arte del Ayuntamiento de Manacor, con obras realizadas desde los 90 hasta la actualidad, el visitante es invitado a dejarse llevar por el placer de la contemplación detallada, a abstraerse del mundo para adentrarse en cada una de las historias que esconden las piezas de la muestra, interpretadas, seguro, de forma diferente por cada una de las personas que las observen. Y eso es lo maravilloso. Una obra tendrá tantas interpretaciones como ojos que la contemplen (hay que dividirlo entre dos, claro).
La exposición que aquí nos ocupa es una fantástica oportunidad para ejercitar esta manera sensitiva de acercarse al arte. Ubicada en un espacio excepcional, en lo alto de la Torre dels Enagistes, las obras de artistas como Schalekamp, Joan Alorda, Bárbara Juan, Marta Pujades, Rihcard Chiang, Bel Fullana, Damià Vives, Joan March, Jaume Terrassa o Yolanda Adrover, entre otros, dialogan harmónicamente con los hermosos y enigmáticos grafitos del siglo XV en adelante que se pueden apreciar en las paredes de las salas. Las historias latentes de las piezas actuales se entretejen con las historias lejanas de dibujos de guerreros, esfinges, barcos y cabezudos hechos en la torre mucho tiempo atrás por espontáneos artistas con carbón, almagre o incisión. Tenemos pues la maravillosa ocasión de visitar una exposición doble: arte contemporáneo de la mano de arte parietal surgido de la cultura popular de hace seis siglos. Artistas lejanos en el tiempo unidos por ese mismo impulso atemporal de expresión individual materializado en lo que llamamos arte. Es exquisito.