Fuera de Mallorca el cielo no me parece completamente limpio;
es como si fuese preciso pasarle un plumero
Anglada Camarasa
Lo que ha caracterizado la pintura mallorquina desde finales del siglo XIX ha sido el paisaje. En realidad no podía ser de otra manera; desde la aparición del impresionismo, la belleza del paisaje isleño ha traído a artistas de todas las nacionalidades venidos a Mallorca seducidos por la fama de sus maravillas naturales, que bañadas por la mágica luz mediterránea, (protagonista absoluta dela reflexión artística sobre la plasmación de nuestro paisaje), se constituyen como el ingrediente principal de la pócima de la inspiración artística. No es extraño pues que el paisaje haya sido, y siga siendo, el motivo central también de las obras de los artistas locales, herederos de la escuela paisajista mallorquina.[1]
El equilibrio de formas es una de las características del paisajismo isleño. En el paisaje mallorquín las formas externas abundan excesivamente obligando al artista a captarlas en toda su fuerza, a diferencia de otros ambientes como el castellano o el nórdico, en los que la carencia de elementos formales provoca que los artistas tengan que hacer una interpretación del paisaje más personal y más íntima. Los pintores que han querido aprisionar un pedacito de Mallorca en un lienzo ávido de vida, en un intento de perpetuar el recuerdo de su belleza, han acabado haciendo un canto a la luz y a las formas exuberantes y armónicas, obteniendo como resultado unas obras para deleitarse, en las que las gradaciones cromáticas se convierten en uno de los principales elementos estructurales de las composiciones. Como apunta el historiador del arte Gaspar Sabater, uno de los primeros trabajos del artista que quiere captar la inmensidad y fuerza expresiva del paisaje mallorquín, por la gran abundancia de los elementos que lo componen, es saber distinguir entre lo fundamental y lo accesorio, entre lo que, como definiría Eugenio d’Ors, es anécdota y lo que es categoría, siendo precisamente ésta una de las principales dificultades de la plasmación de nuestro paisaje.
Miguel Puigserver (Palma, 1975) contiene en su pintura muchas de las características y problemáticas de la representación del paisaje mallorquín.
De formación autodidacta Puigserver lleva seis años dedicándose a retratar pequeños rincones pintorescos de nuestra isla, que por un motivo u otro han despertado su interés e inspiración; fragmentos de magia y naturaleza que se proyectan desde las amplias gamas de mezclas de su paleta hasta el lienzo, creando composiciones muy coloristas y estéticamente bellas.
Para la ejecución de sus pinturas, Puigserver parte de fotografías que le sirven de modelo, pero más allá de un retrato realista de las mismas reinterpreta los escenarios tanteando, y todavía en busca, de un lenguaje personal y distintivo. A lo largo del procedimiento, tal y como el artista apunta, hace y rehace de forma insistente, cuantas veces sean necesarias las distintas partes de la composición, a fin de conseguir el acabado que él mismo espera de sus propias obras, pues la rigurosidad y el perfeccionamiento son cualidades que el propio Puigserver se autoimpone y se propone como reto.
Tanto en sus pequeñas ventanas al mar, como en aquellas que miran a la tierra, el paisaje virgen y puro es siempre el protagonista; una especie de huida hacia las raíces de lo genuino, a lo inalterado, y casi ancestral, en un momento en que la huella humana parece poder llegar a dónde se proponga.
Entre algunas de las influencias reconocidas por el propio artista, destacar a Emili Parejo, y a Daniel Codorniu como sus máximos referentes, cuyas paletas coloristas y rápida y vibrante pincelada cautivaron a Puigserver. Remarca de Monet la importancia que éste le otorga a la luz, y afirma querer seguir algunos de sus procedimientos para continuar evolucionando con su pintura, habiendo conseguido en algunas de sus obras, sobre todo las marinas, la plasmación de una luz realista y hermosa.
Como todo artista, Miguel Puigserver se plantea metas, retos y objetivos que alcanzar a lo largo de su carrera como pintor, deseando canalizar a través de su arte su propia visión del paisaje para emocionar así al espectador.
Sus obras ya han sido expuestas en varias ediciones de la Fira de Llucmajor (Mallorca), sirviéndole al artista para promocionarse y llevar a cabo sus primeras ventas ya que el paisaje ha conquistado desde siempre los gustos de un público que se recrea viendo trasladados a la tela los paisajes naturales que conoce y admira.
Ahora me siento como el paisaje, puedo ser audaz e incluir todos los tonos de azul y rosa: es encantador, es delicioso.
Claude Monet
Sara Rivera y Ana Ferrero
[1] Sabater, Gaspar.: La pintura contemporánea en Mallorca. Del impresionismo a nuestros días. Tomo I, Ediciones Cort, Palma, 1981. Pág. 47