Pocas veces ocupa el papel protagonista (y nunca mejor dicho). En el jerarquizado mundo del arte, su uso se suele limitar al de soporte para pruebas, esbozos, estudios preparatorios y demás quehaceres considerados menores. Se trata del papel, que como una especie de actor secundario indispensable pero poco vistoso, en las exposiciones acostumbra hacer pasar desapercibidas a las obras que se han realizado sobre él.
Nada de eso sucede en la muestra Universo de papel de Ñaco Fabré (Palma, 1965). Al contrario, esta exposición es una verdadera oda al papel y a sus derivados. Fabré presenta una muestra retrospectiva de sus cuarenta años trayectoria artística, atravesada por el eje de la utilización de un material que vertebra, según la manera como es tratado, cada una de las etapas creativas del autor. Porque en esta exposición el papel no es meramente trabajado como simple soporte. Superando la idea de material pobre y modesto y desafiando su aparente fragilidad, Fabré explora todas las posibilidades expresivas del papel, utilizándolo de manera imaginativa y poco convencional y otorgándole un rol estelar.
De esta manera en la exposición encontramos dibujos a grafito y tinta china, acuarelas, collages, grabados, monotipos, e incluso, pintura al óleo realizada sobre el ya tantas veces mencionado papel, abandonado ésta última el lienzo, su compañero habitual de viaje. Además, para romper con la monotonía de una exposición compuesta esencialmente por obras bidimensionales, Fabré introduce una cierta variación al incluir un par de piezas que rozan la consideración de instalación y que ayudan a dar algo de contrapunto y movimiento al recorrido.
Con algunas obras figurativas y otras – la mayoría-, abstractas con tendencia a la gestualidad, la exposición es una verdadera belleza y un auténtico homenaje al papel, cuestionando su aparente modestia y su uso marginal y subsidiario.
Crítica de arte publicada originalmente en el Diario de Mallorca el 8 de abril de 2019